miércoles, 18 de diciembre de 2013

EL NACIMIENTO DEL CARLISMO....Post Jo


Fernando VII había quedado viudo por tercera vez, sin descendencia y contrajo un nuevo matrimonio con María Cristina de Borbón-Dos Sicilias en 1829, habiendo designado como sucesor a su hermano Carlos María Isidro. Sin embargo, a finales de marzo de 1830, María Cristina quedó embarazada y ante la posibilidad de tener un heredero, el 31 de marzo de 1830 Fernando VII promulgó ilegalmente la Pragmática Sanción, la cual, aunque había sido aprobada por las Cortes el 30 de septiembre de 1789, en tiempos de Carlos IV, no se había hecho efectiva en aquella época por faltar el mandato imperativo y no figurar cuestión tan grave como el cambio de la ley de sucesión a la Corona en el Orden del Día de las Cortes. La Pragmática establecía que si el rey no tenía heredero varón, heredaría la hija mayor, lo que suponía de hecho la abolición de la Ley Sálica, que no permitía la transmisión de los derechos de sucesión de la Corona por vía femenina, importada de Francia por Felipe V y restableciendo la tradición castellana. Esta decisión excluía, en la práctica, al infante Carlos María Isidro de la sucesión, en tanto que fuera niño o niña, quien naciera sería el heredero directo del rey.
Maria Christina de Borbon (de las Dos Sicilias) (1806-1878)
Aunque Carlos IV había intentado derogar la Ley Sálica mediante el citado acuerdo de Cortes, la disposición no había sido promulgada, por lo que no había entrado en vigor al faltarle un elemento fundamental para la validez jurídica. El hecho es que la posterior publicación de la "Novísima Recopilación" hacía necesario volver a convocar cortes a tal efecto para modificar la forma de suceder a la Corona, y hacía por tanto imposible "resucitar" el acuerdo de cortes de Carlos IV. Fue Fernando VII quien sancionó mediante Pragmática dicho acuerdo, vulnerando la legislación vigente y lo promulgó en beneficio de su hija, la futura reina Isabel II y en detrimento del que hasta entonces era su heredero, su hermano Carlos María Isidro. Mucho tuvo que ver en el cambio de actitud, según todos los historiadores, la esposa del rey Fernando, María Cristina de Borbón, deseosa de coronar a su hija Reina de España. 
Carlos María Isidro, fundador de la dinatía.
La enfermedad del Rey influyó en la Corte, donde unos y otros, partidarios de Isabel y de Carlos, trataron de que el monarca promulgase o no la norma. Fuera cierto o no que, muy poco antes de morir, había modificado el Rey de nuevo su criterio a instancias del Consejo de Ministros, y posiblemente influido por su hermano, lo cierto es que la reinstauración de la Ley Sálica no se produjo por faltar la obligada sanción y promulgación. Los carlistas, que además de denunciar la ilegitimidad de todo el proceso, sostienen la existencia de este último acto del monarca, y en cualquier caso la nulidad jurídica de la Pragmática, consideran que el Rey pudo haber sido presionado, o bien se ocultó la disposición para que nunca entrase en vigor. Los partidarios de la reina Isabel, por su parte, consideraron inexistente norma válida alguna posterior a la derogación de la Ley Sálica, en su parecer perfectamente válida y, por tanto, la heredera del trono era la hija del monarca, futura reina Isabel. Sea como fuere, el rey adoptó la decisión sin el concurso de las Cortes. Esta es la tesis defendida por la mayoría de los historiadores en la actualidad.
Pero esta guerra no era solamente dinástica sino que entroncaba con las profundas diferencias ideológicas entre absolutistas y liberales. Así la sublevación carlista no sólo tenía por objeto el acceso al trono de Carlos María Isidro, sino también defender la monarquía tradicional frente a la creciente influencia de los liberales. El apoyo de los liberales a Isabel II era un intento de evitar la subida al trono de un rey aún más reaccionario que Fernando VII. 

Otros aspectos a tomar en consideración eran el religioso y el foralista. El triunfo de las tesis liberales suponía la pérdida de poder de la Iglesia y el establecimiento de un régimen político homogéneo que chocaba con los privilegios organizativos de determinadas partes de España (los fueros). Por eso la insurrección carlista triunfó el las zonas de España donde mayor era la influencia del clero y de los privilegios forales existentes o perdidos tras la Guerra de Sucesión Española (1700-1714). 

El Carlismo era fuerte en Galicia, Navarra, las provincias vascas (salvo las capitales de las provincias, de tendencias liberales), algunas regiones de la antigua Corona de Aragón, como Cataluña y parte del propio Aragón y, ocasionalmente, en algunas zonas de Castilla y León. 
Cuando Fernando VII murió, don Carlos seguía en Portugal. Lo curioso del caso es que el principal razonamiento del absolutista don Carlos fuese la falta de consulta al pueblo (o sea, la aprobación por las Cortes) de la ley; y que el argumento en que se han de basar los crístinos liberales, será la validez de un acto de rey absoluto (aunque, como ya he dicho, más tarde fuera legitimado por las Cortes acudiendo a la jura de la princesa de Asturias).

Podemos estar seguros de que las guerras carlistas no fueron exclusivamente un pleito dinástico: se destapaba la regla de «las dos Españas». 

Entonces eran: La que deseaba un rey absoluto sólo guiado por la mano de Dios (y de su representante, la Iglesia) y la que opinaba que nuestra nación debía progresar al ritmo de las libertades individuales y de las luces del siglo xxx. Quienes apoyaban a la primera fueron carlistas, pues don Carlos daba esa imagen. Los otros (liberales, cristinos o isabelinos), a la Regente doña María Cristina, que durante su gobierno interino ya dio la contraria.

Fernando VII muere el 29 de septiembre de 1833. El 1 de octubre de ese mismo año, desde Abrantes (Portugal), el infante don Carlos dirige un manifiesto a la nación española, proclamándose rey Carlos V. Y el día 4, desde Santarem, dicta decretos proveyendo cargos para la gobernación del Reino. Entre otros, nombra al obispo de León, don Joaquín Abarca, «primer Secretario de Estado y del Despacho Universal». También escribió a su cuñada, la reiná María Cristina y a los demás miembros de la familia real y del gobierno invitándoles a que le reconocieran como rey.

Joaquín Abarca-Magués

Carlos V fue reconocido así inmediatamente por el rey Miguel de Portugal, y el de Nápoles, Fernando III. El resto de Europa se manifestó por Isabel II.

El 3 de octubre ya se produjo en España el primer y fracasado chispazo en favor del pretendiente. En Talavera de la Reina, el funcionario de Correos, Manuel González, lanzaba el grito de: Viva Carlos V, rápidamente, él y sus pocos partidarios fueron sometidos y fusilados.

Pero el levantamiento se corrió a Bilbao, acaudillado por el marqués de Valde-Espina y el brigadier Zabala; a Vitoria, donde organizaron diez batallones con Valentín Verástegui y el brigadier Uranga; a la Rioja, con el general don Santos Ladrón; a Aragón, Cataluña, Valencia y ambas Castillas.

A los pocos días eran vencidos y desarmados todos los realistas. Tras estos primeros conatos, se castigó con la pena de muerte a todos los jefes apresados.

El Gobierno español de la reina Regente doña María Cristina (presidido entonces por Cea Bermúdez), ante el hecho indiscutible de que don Carlos, desde Portugal, impelía la simultaneidad y extensión de los brotes carlistas en aquel momento crítico, en que aún no se había hecho la proclamación de la reina Isabel, decidió cortar violentamente el peligro que lo amenazaba y publicó el Decreto de 17 de octubre, por el que se embargaban todos los bienes del infante don Carlos, adjudicándolos al Tesoro; conforme al dictamen del Consejo de Ministros que, sopesando las pruebas en su contra, declaraba haber incurrido don Carlos:
Francisco Cea Bermúdez
Francisco Cea Bermúdez
- "En los crímenes de conspirador, de concitador de la rebelión, de perturbador de la paz del Reino y de pro-motor de la guerra civil, por lo que debían aplicársele a su persona y bienes y a las de sus parciales todas las penas dictadas contra los sediciosos y perturbadores de la tranquilidad pública y tratársele como rebelde, con todo el rigor de las leyes, si llegaba a pisar el territorio de España".

Apenas conseguida una ligera tranquilidad, se procedió el 24 de octubre a la proclamación de Isabel II, lo que originó la protesta oficial de don Carlos y nuevos levantamientos en Vitoria y Bilbao, que fueron facilmente sometidos por el general Pedro Sarsfield.


general Pedro Sarsfield.

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