viernes, 16 de noviembre de 2012

EL ASESINO DE CABO VERDE....Post Jo


Sandro Santus Rosario: “El Lapidario de Cabo Verde”


Sandro Santus Rosario nació en 1984 en Cabo Verde, una república enclavada en una isla del Océano Atlántico, en África. A los veintitrés años, trabajaba como guía de turistas y animador en un club de vacaciones local, hablaba inglés, italiano y portugués, ganaba un buen salario (unos $600.00 dólares, el doble de la media en Cabo Verde).



Sandro Santus Rosario



Por las noches, acostumbraba emborracharse con sus amigos. No importando su popularidad con las mujeres que visitaban la isla, sobre todo europeas, el joven mostraba un temperamento violento. Continuamente se enfrascaba en peleas, algunas de ellas a puñetazos. Pese a todo, era considerado un joven serio y conocido con el sobrenombre de “Motche”.



Por su parte, Dalia Saiani había nacido en 1974 en Verona (talia). En 2007, a los 33 años, era dueña de un establecimiento balneario en la playa de Rávena, en el noreste italiano. Además, gozaba de gran popularidad, ya que era una campeona italiana de windsurf. Dalia había expresado su intención de mudarse a Cabo Verde.



Dalia Saiani



Una de sus mejores amigas era Giorgia Busato, de 28 años, también italiana. Giorgia era socia de una agencia de viajes en Verona y había comprado una casa en la Isla de Sal, donde pasaba largas temporadas ejerciendo como guía turística.



Giorgia Busato



En febrero de 2007, Giorgia y Dalia viajaron juntas a la Isla de Sal, que además es una de las mecas de los amantes del windsurf. Una tercera chica italiana, Agnese Paci, acudió a la isla para celebrar sus dieciocho años. Se conocieron allí y comenzaron a realizar varias actividades juntas.



Giorgia y Dalia



Cada año, 50,000 turistas italianos visitan el archipiélago, compuesto por nueve islas, en las que viven 500,000 personas.



La playa de Cabo Verde



Dalia conoció a Sandro Santus Rosario en una fiesta. De inmediato se gustaron. Aunque ella era diez años mayor que él, de inmediato empezaron a salir. Pronto se hicieron amantes. Los dos viajaron juntos por varios lugares de aquel país. Dalia acostumbraba grabar en video los momentos que pasaba junto con su nuevo novio.



Sandro Santus Rosario surfeando desnudo



Pero los arranques violentos de Sandro la asustaban. Cuando discutían, él no podía controlarse: golpeaba las paredes hasta que los puños le sangraban, gritaba y manoteaba, rompía objetos y arrojaba otros contra los muros.



Por eso, decidió terminar su relación con él. Sandro la llamaba continuamente por teléfono, le enviaba mensajes SMS por teléfono celular, con el objetivo de volver, pero ella se mantenía firme. Durante varios días, Dalia y Giorgia disfrutaron de los atractivos de aquel paradisíaco sitio. Agnese las acompañó y entre las tres, pasaron divertidas veladas conociendo nuevos amigos.






La noche del 8 de febrero de 2007, Sandro le pidió a Dalia que fueran juntos a cenar, para conversar y componer su situación. Él deseaba volver con ella: estaba obsesionado con la italiana y no se hallaba dispuesto a perderla. Dalia aceptó con el objetivo de aclarar la situación, aunque puso como condición ir acompañada de sus amigas. Sandro aceptó y también invitó a un amigo. Se puso de acuerdo con él y le advirtió: si Dalia no accedía a regresar con él, tendrían que matarla.



La cena se realizó en Espargos, la capital de la isla. Allí, Dalia fue tajante: no volvería con él. Sandro estaba avergonzado por haber sido rechazado nuevamente, esta vez delante de su amigo y de las amigas de Dalia. Al terminar la cena, fingió que todo estaba bien y que se había resignado. Ninguna de las tres mujeres tuvo inconveniente en seguir la fiesta con los dos hombres.



Tras la cena, Sandro propuso un desplazamiento para tomar una copa. Ellas aceptaron. Los cinco subieron al automóvil de Sandro. Pero cuando iban sobre la carretera, éste cambió de ruta y se dirigió hacia Fontona, una playa de la isla. Según Agnese, Dalia le preguntó el motivo del cambio de dirección, sin obtener respuesta.



Sandro comentó que debía desviarse para dejar en casa a su amigo, quien fingió sentirse enfermo. El desvío, sin embargo, los llevó al oasis de Fontona, a esas horas totalmente desierto. Sandro detuvo el coche, se giró y cegó a las muchachas con un aerosol de pimienta. El joven y su amigo sacaron a Dalia y Giorgia y las arrastraron hacia las palmeras. Agnese permaneció en el coche, bajo amenazas.



Dalia Saiani poco antes de su muerte



“Escuché gritos y lamentos, y la voz de Dalia que imploraba y ofrecía dinero a cambio de que la dejaran tranquila”, explicaría luego. Mientras las dos chicas gritaban por el ardor en los ojos, ellos comenzaron a patearlas. Las golpearon un buen rato. Cuando estaban en el piso, llorando y quejándose, empezaron a buscar piedras.



La última fotografía de Giorgia Busato



Sandro y su amigo empezaron a lanzarles las piedras mientras las chicas seguían gritando. Agnese intentó llamar por teléfono. Sandro y su amigo volvieron al coche, arrastraron fuera a Agnese y le golpearon dos veces la cabeza con una piedra de gran tamaño. Agnese se desvaneció y los dos hombres la abandonaron, creyéndola muerta. Durante casi media hora, siguieron lapidando a las dos chicas, hasta que ya no se movían. A Giorgia le destrozaron la cabeza a pedradas, mientras que Dalia presentaba fracturas de cráneo y exposición de masa encefálica. Pese a ello, seguía viva.



El cadáver de Dalia



Los asesinos habían cavado, previamente a la cena, una fosa poco profunda y arrojaron allí el cuerpo de Dalia, quien seguía viva. Después le lanzaron encima el cadáver de Giorgia. Las enterraron y se marcharon de allí.



La escena del crimen





Tras quedar inconsciente, los asesinos pensaron que Agnese también estaba muerta. Horas después, ya entrada la madrugada, despertó y, herida, logró llegar a pie hasta Santa María, que se encuentra en la otra punta de la isla, y pedir auxilio. El testimonio de Agnese sería clave para poder identificar a los presuntos asesinos. Ella sufrió varias fracturas y necesitó de dieciocho puntos de sutura en la cabeza. “No sé cómo logré recuperarme después de que me lanzaran una piedra a la cabeza”, declaró en el hospital.



Agnese Paci en el hospital



Cuando los policías llegaron a la escena del crimen y apartaron la arena que cubría a las mujeres, a una de ellas le quedaba un hilo de vida. Era Dalia; estaba llena de sangre seca, con la arena pegada a todo el cuerpo. Tenía arena en los ojos, en la boca, en la garganta y en los pulmones; también pegada a las zonas expuestas del cerebro. Todos los intentos para reanimarla resultaron inútiles. Murió pocos minutos después. Había estado enterrada viva durante varias horas.



Después de perpetrar el crimen, Sandro y su amigo acudieron a su puesto de trabajo con toda naturalidad, como si nada hubiera sucedido. Pero tras la denuncia, la policía acudió por ellos y los arrestó. Después de unas horas de interrogatorio, ambos confesaron el crimen y adujeron motivos pasionales.



El arresto



Un empresario inmobiliario residente en Cabo Verde, Renato Evarchi, se mostró sorprendido por lo ocurrido: "Sandro es conocido por todos como una persona muy seria, y para cometer un acto de ese tipo evidentemente debía estar completamente perturbado por el final de su relación con Dalia".



El padre de Dalia Saiani



El crimen desató un escándalo internacional. El padre de Dalia apareció en varios noticiarios europeos hablando sobre el suceso. La Federación Italiana de Agencias de Viajes garantizó a los ciudadanos de su país que Cabo Verde era y es un lugar seguro. "Lo ocurrido es horrible, pero no tiene nada que ver con el turismo", según aseguró a los medios de comunicación el presidente del organismo, Stefano Landi.



Maratón en memoria de Dalia y Giorgia



El presidente del Consejo de Ministros Italianos, Romano Prodi, mostró su"conmoción y horror" ante los dos asesinatos. El Ministerio de Exteriores italiano, informó que uno de sus diplomáticos en Dakar (Senegal) había sido enviado a la isla africana para "asegurase de que los responsables de esta trágica agresión sean llevados ante la justicia".




Los asesinos fueron juzgados y sentenciados a veinte años de prisión. En memoria de las dos chicas asesinadas se instituyó un maratón anual, así como varios homenajes en las asociaciones de surfistas a las que Dalia perteneció.



VIDEOGRAFÍA:

Noticiario sobre el crimen


FUENTE: ESCRITO CON SANGRE.

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