domingo, 14 de octubre de 2012

DEAN CORLL.....Post Jo





“Para mi niño pequeño, dulces y caramelos…”
Mavila. "La dulcería"


Dean Corll nació en Fort Wayne, Indiana (Estados Unidos), el 24 de diciembre de 1939. Fue hijo de Mary Robinson y Arnold Edwin Corll. Dean se trasladó a Pasadena, Texas, con su madre y su hermano menor cuando tenía once años, tras la ruptura del matrimonio de sus padres.



El joven Dean Corll


Fue considerado como un buen estudiante en la escuela y siempre observó buen comportamiento, aunque un problema del corazón lo mantuvo fuera de la educación física. En lugar de ello se dedicó a estudiar música. Tocaba el trombón en su escuela.



Dean Corll con su madre


En la década de los cincuenta, la madre de Corll inició una pequeña empresa de golosinas, principalmente dulces de nuez, junto con su segundo marido. La tenían en el garaje de su casa. Dean Corll trabajaba allí día y noche, mientras seguía asistiendo a la escuela. Cuando cumplió diecinueve años, la familia se trasladó a Houston, donde abrieron una nueva dulcería.



Tras el segundo divorcio de su madre en 1963, Dean Corll se mudó a un departamento encima de la tienda. La tienda de dulces ya tenía algunos empleados y Corll pasaba mucho de su tiempo libre en compañía de los niños del barrio. Les daba caramelos gratis y ellos lo conocían con el sobrenombre de "Candy Man: El Hombre de los Dulces”.



La casa y el cobertizo de Dean Corll



Su madre se casó por tercera ocasión. Dean Corll fue reclutado en el ejército en 1964, donde asumió que era homosexual. Después de diez meses obtuvo una licencia para poder ayudar a su madre con el negocio de dulces. Cuando la dulcería finalmente quedó a su cargo, Corll invitaba a los niños a comer caramelos gratis. La gente comentaba que esta actitud no era normal. Corll empezó a frecuentar también a varones adolescentes. Tras el fracaso de su tercer matrimonio en 1968, la madre de Corll se mudó a Colorado. Aunque a menudo hablaban por teléfono, nunca fue a ver a su hijo. La dulcería comenzó a tener pérdidas y Dean Corll tuvo que conseguir un trabajo en la empresa de iluminación de Houston y la Compañía de Energía. Trabajó allí durante muchos años. Por ese tiempo, sus fantasías sexuales derivaron hacia fantasías criminales. El contacto constante con niños y adolescentes hizo que empezara a ver en estos un objetivo sexual. No pasaría mucho tiempo antes de que decidiera llevar a cabo sus planes.



El 25 de septiembre de 1970, Jeffrey Konen, de dieciocho años de edad, desapareció mientras hacía autostop en la carretera. Era estudiante de la Universidad de Texas y se dirigía a casa de sus padres en Houston. Fue la primera víctima. Dean Corll lo recogió, le dijo que se dirigía a Houston y lo llevó a su domicilio. En el camino, le regaló al joven unos dulces. Cuando llegaron a casa de Corll, lo invitó a tomar una cerveza antes de llevarlo a casa de sus padres. El chico, no queriendo parecer descortés, aceptó. Una vez adentro, Dean Corll lo golpeó en la cabeza, dejándolo inconsciente. Después lo amarró a una silla y empezó a torturarlo. La agonía de Jeffrey Konen duró varias horas. Corll se ensañó con él. Tras desnudarlo, lo violó varias veces. Después lo golpeó en la cabeza hasta destrozársela.



Jeffrey Konen


A diferencia de Jeffrey Konen, las siguientes víctimas de Corll fueron secuestradas en Houston Heights, que era entonces un barrio de bajos recursos al noroeste del centro de Houston. Su segunda víctima fue Homero García, un niño hispano de bajos recursos a quien le prometió dinero. Tras darle los consabidos dulces, lo llevó a su casa. Lo violó. Luego le cortó el cuello hasta que el pequeño se desangró. Otras dos víctimas, Malley Winkle y Billy Baulch, habían trabajado para el negocio de los dulces Corll, como repartidores del producto a las tiendas.



Billy Baulch


Corll raptaba a chicos de entre trece y veinte años. Siempre les ofrecía y regalaba dulces en el trayecto a su domicilio. Según la edad de las víctimas, prometía comprarles ropa, juguetes o darles dinero. Además, acondicionó uno de los cuartos de su casa como cámara de tortura. Allí llevaba a los niños. Después de desnudarlos y violarlos, los atormentaba. Les metía gruesos dildos por el ano y se los dejaba dentro todo el tiempo.



Los introducía en una caja de madera, donde permanecían sin poder sentarse ni recostarse, sufriendo terribles calambres en todo el cuerpo. Les arrancaba el vello púbico, uno por uno. Les metía varillas de acero analmente. Cada vez era más cruel. Les hacía cortes en el cuerpo, les partía los dedos, les rompía los huesos de brazos y piernas a martillazos, les quebraba los omoplatos o los asfixiaba con bolsas de plástico. A otros los castraba utilizando cuchillos, tijeras o navajas de afeitar.



Marioneta representando a Dean Corll


La policía consideraba a los chicos fugitivos, a pesar de las protestas de los padres que insistían en que sus hijos no se escaparían de casa. Con el tiempo, Corll conoció a otros dos pederastas: David Owen Brooks y Elmer Wayne Henley. Ellos se dedicaban además a asaltar y secuestrar personas. Corll comenzó a pagarles para que le llevaran niños. Así lo hicieron. Durante su relación, estos hombres le vendieron a Corll a veintisiete niños, mismo que terminaron en el cuarto de torturas. Cada uno costaba $200.00 dólares.



Elmer Wayne Henley, uno de los cómplices de Corll


Otras víctimas de Dean Corll fueron Danny Yates, de catorce años, y su amigo James Glass de la misma edad. Los secuestraron el 15 de diciembre de 1970. David Owen Brooks los llevó al departamento de Corll en la calle Columbia, mientras este asistía a una manifestación religiosa. Ambos eran conocidos de Corll. A su regreso, pagó $400.00 dólares y se dedicó a violar y torturar a los chicos antes de estrangularlos.



Danny Yates


Luego, el 30 de enero de 1971, le tocó el turno a Donald Waldrop, de quince años, y a su hermano Jerry, de trece. Iban rumbo al boliche. Según declararía Brooks tiempo después, el padre de Donald, que era constructor, trabajaba en la casa que había junto a la de Corll, en el momento en que sus hijos eran violados, torturados y asesinados. Ese tipo de detalles macabros excitaban a Corll.



Donald Waldrop


El 9 de marzo mató a Randall Lee Harvey, de quince años, mientras se dirigía a su casa. Su cadáver fue enterrado por Corll en un descampado. La policía lo hallaría treinta y siete años después, en 2008. El 29 de mayo, Corll secuestró a David Hilligeist, de trece años, quien iba a nadar en una piscina pública. El 17 de agosto, “Candy Man” atrapó a Rubén Watson, de diecisiete años, mientras iba rumbo al cine.



Randall Lee Harvey


El 24 de marzo de 1972 mató a Frank Aguirre, de dieciocho años. Frank Aguirre tenía una novia: Rhonda Williams, una chica de quince años que le gustaba muchísimo a Elmer Wayne Henley, uno de los dos secuestradores a quienes Corll les compraba víctimas. Corll no lo sabía, pero esa chica sería su perdición. Aguirre fue enterrado en la playa de Isla Alta.



Las cuerdas utilizadas por Corll


Desde ese momento, Corll y sus cómplices casi siempre enterrarían los cadáveres en la arena de la playa o en un granero junto a la casa de Corll. Pero antes de hacerlo, Corll desarrollaba un extraño ritual: echaba cal sobre los cuerpos, luego envolvía los cadáveres en plástico transparente y ataba los extremos, dejando un pedazo de fuera en cada uno: estaba imitando la envoltura de un caramelo. Los ex empleados de la dulcería recordarían que Corll compraba rollos de plástico transparente, el mismo utilizado para envolver a sus víctimas antes de enterrarlas.



El 21 de mayo de 1972 desaparecieron Johnny DeLôme, de dieciséis años, y Billy Baulch, de diecisiete, mientras se dirigían a la tienda. Tras torturarlos y violarlos, Corll estranguló a Billy y le disparó en la cabeza a Johnny. Como no murió, Henley lo estranguló. El 2 de octubre de 1972, Wally Jay Simoneaux, de catorce años, y su amigo Richard Hembree, de trece, desaparecieron mientras caminaban por una acera. Fueron vistos por última vez subiendo a una furgoneta blanca aparcada frente a una tienda de comestibles. El 22 de diciembre de 1972, un amigo de Henley y Brooks, Mark Scott, de dieciocho años, fue vendido a Corll.



Jeffrey Scott, hermano de Mark Scott


El 4 de junio de 1973 entregaron a Billy Ray Lawrence, de quince años. Corll lo mantuvo vivo durante cuatro días, violándolo y torturándolo reiteradamente. Lo castró utilizando un cuchillo de cocina. Luego lo asfixió antes de envolverlo como a un caramelo. Lo enterró a la orilla del lago de Sam Rayburn. El 15 de junio mató a Ray Blackburn, un joven de veinte años originario de Louisiana. Estaba casado y tenía un hijo. El 19 de julio, Corll asesinó a Tony Baulch, de quince años; un año antes, había matado a Billy, su hermano mayor. El 25 de julio ejecutó a dos más: Marty Jones, de dieciocho años, y Charles Tizon, de diecisiete. El 3 de agosto, Corll mataría a su última víctima: James Dreymala, de trece años de edad. Fue atraído al departamento con el pretexto de recoger botellas vacías de Coca Cola para venderlas.



Ray Blackburn


“Candy Man” ya era responsable de los asesinatos de casi cuarenta niños y jóvenes de Houston. Los vecinos hablaban de Corll como de un hombre ejemplar. Su opinión inicial había cambiado y ahora les encantaba que les obsequiara dulces a sus hijos. Los niños lo seguían y él siempre los trataba bien cuando estaban en su tienda. Nadie se imaginaba lo que ocurría en el aislado cuarto de torturas, ni que muchos de los chicos que desaparecían terminaban allí.



Dean Corll con su perrito


Aproximadamente a las 03:00 horas del 8 de agosto 1973, Henley llegó a la casa de Corll acompañado por un niño de trece años llamado Tim Kerley, quien iba a ser la próxima víctima. Con ellos estaba Rhonda Williams, la chica de quince años que había sido novia de Frank Aguirre y que ahora era novia de Henley. Brooks no estaba presente en ese momento. Dean Corll se puso furioso de que Henley hubiera llevado a una niña: él quería chicos. Henley le explicó que Rhonda era su amante, no una víctima. Finalmente se calmaron, Corll llevó al niño al cuarto de torturas y lo dejó allí amarrado. Luego los tres se pusieron a beber. Henley y Rhonda se emborracharon y se quedaron dormidos.



Cuando despertaron, estaban amarrados. Corll estaba frente a ellos, con una pistola calibre .22 en la mano. “Los voy a matar”, dijo, apuntándoles. Henley trató de razonar con él. Le dijo que, si lo mataba, no volvería a tener chicos para sus juegos. Tras un rato, Corll cedió. Desató a Rhonda y luego a Henley. Corll también estaba borracho y comenzó a insistir en que mientras él violaba y mataba al niño, Henley hiciera lo mismo con Rhonda Williams. Henley se negó, y pronto se desató una pelea entre él y Corll.



Elmer Wayne Henley y David Owen Brooks tras su arresto


“Candy Man” estaba muy violento y cuando la situación se hizo incontrolable, Henley tomó el arma y le disparó a Corll seis veces en la cabeza, espalda y hombro. Dean Corll estaba muerto. Rhonda insistió en que Henley liberara al niño, lo cual hizo. Después llamaron a la policía.



El cadáver de una de las víctimas


Henley pensó que lograría que toda la culpa recayera en Corll, pero el niño lo acusó por raptarlo. Lo arrestaron, pensando que se trataba solamente de un secuestro aislado. Pero Henley decidió contarlo todo. La historia de “Candy Man” salía a la luz.




Diecisiete cadáveres fueron descubiertos en diferentes partes, incluido en el cobertizo. Siguiendo las indicaciones de Henley, la policía excavó en Crystal Beach y dentro de los bosques que rodean el lago Sam Rayburn, donde los cuerpos de muchas otras víctimas fueron encontrados.



La policía desenterrando cadáveres en la propiedad de Corll





Los asesinatos de Houston llegaron a los titulares de todo el mundo, e incluso el Papa Juan Pablo II destacó el carácter atroz de los crímenes y ofreció condolencias a los familiares de las víctimas.



Los cadáveres






Se criticó duramente al Departamento de Policía de Houston, que había clasificado a los niños desaparecidos como fugitivos, y no como víctimas de secuestro. El caso de Corll era el peor en muchos años y los cadáveres no dejaban de aparecer.



Evidencias del caso




Los periódicos tomaron de inmediato el nombre que los niños le habían puesto: “Candy Man”. Esa contradicción entre un hombre afable repartiendo golosinas y un asesino brutal y torturador encontró su lugar en el imaginario popular. Desde entonces, se lanzó una campaña permanente para advertirles a los niños que nunca aceptaran dulces de extraños.



La madre de una de las víctimas




VIDEOGRAFÍA:

Dean Corll en Killing of America (subtitulado en español)

 

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